sábado, 10 de diciembre de 2011

Brasil es un imán para los profesionales y las empresas de la España en crisis

6 noviembre, 2011Autor: legalcity Fernando García | São Paulo

Brasil es un imán para los profesionales y las empresas de la España en crisis. Pero también puede resultar como una piedra. No es Jauja. La urgente necesidad de mano de obra cualificada en determinadas áreas está llevando al país sudamericano a facilitar la entrada de miles de trabajadores y ejecutivos extranjeros. Pero todos deben contar con el visado previamente resuelto en el lugar de origen, lo que en la mayoría de los casos sólo se logra a través de una compañía instalada en Brasil. Aunque el número de inmigrantes en general también está creciendo de manera considerable, la cifra sigue siendo muy modesta en comparación con las de otras economías potentes.

Una de las carencias más graves del gigante del sur –si no la mayor– reside en la baja calidad de su sistema educativo. Las deficiencias más importantes se localizan en la enseñanza básica y en las áreas técnicas de los cursos preuniversitarios. La escasa preparación de los estudiantes al llegar a las facultades dispara los índices de deserción, que en el caso de la ingeniería alcanzan porcentajes cercanos al 60%, mientras que en las carreras de telecomunicaciones e informática (programadores y analistas de sistemas) superan el 80%. El país se enfrenta, dicen los expertos, a un apagón de recursos humanos en ámbitos productivos cruciales para el desarrollo. En conjunto, las autoridades asumen que faltan casi dos millones de profesionales y operarios expertos.

Más en particular –y por seguir con el ejemplo de uno de los sectores que más preocupan–, la Confederación Nacional de Industria calcula que el próximo año habrá unas 150.000 vacantes abiertas en las distintas especialidades de ingeniería, pero el país no podrá cubrirlas solo ni de lejos. En Brasil hay registrados 600.000 ingenieros, de los que sólo una mínima parte estará en disposición de asumir las nuevas plazas. Las universidades apenas aportan unos 35.000 licenciados cada curso, con el agravante de que apenas 10.000 de ellos están capacitados para atender de manera competente las necesidades empresariales, según el investigador José Pastores, del Instituto de Estudios Económicos de la Universidad de São Paulo. Después de todos los cálculos, el Consejo Nacional de Ingeniería, Arquitectura y Agronomía estima un déficit anual de unos 20.000 efectivos al año.

Los números rojos se extienden a casi todas la categorías laborales cualificadas. Y comprometen proyectos tan vitales como las prospecciones y las explotaciones de yacimientos petrolíferos, la construcción de carreteras, puertos y aeropuertos o la edificación y gestión de instalaciones deportivas y hoteleras para el Mundial de fútbol del 2014 y los Juegos Olímpicos del 2016.

El reclutamiento de extranjeros ya empieza a reflejarse en los registros oficiales. El número de visados de residencia concedidos el año pasado creció un 67% con respecto al 2009. Y el de permisos de trabajo, un 30% en total y un 69% en el caso de los ingenieros. Sólo en la primera mitad de este año, el censo de inmigrantes en situación legal aumentó en un 52%: a fecha de 30 de junio eran 1.466.000. Si a ellos se les suman los 600.000 sin papeles que se calcula trabajan en el país, resulta que la cifra de inmigración supera a la de brasileños en el exterior –unos dos millones– por primera vez en veinte años. Los medios locales lo publicaron hace una semana a bombo y platillo a partir de los últimos datos del Ministerio de Justicia.

Según el presidente del Consejo Nacional de Inmigración, Paulo Sérgio de Almeida, el tiempo de tramitación de los permisos de trabajo se ha ido reduciendo hasta situarse en unos 20 días.

Pero los números pueden resultar engañosos, y las declaraciones, incompletas o equívocas. De acuerdo con un reciente estudio de la empresa de reclutamiento laboral Robert Halfel, los 56.000 visados expedidos en Brasil a lo largo del 2010 equivalen a una décima parte de los concedidos ese mismo año en Estados Unidos, y a un cuarto de los otorgados en Canadá o China.

Las empresas siguen quejándose de las trabas burocráticas que se interponen a la legalización y renovación de todo tipo de permisos para los empleados foráneos que precisan. Monica Piercy, directiva de Lisbon MBA (máster en administración de empresas), lamenta que “unos procesos de visado que deberían durar treinta días llega a prolongarse cuatro meses”. Y Carlos Martins, de Ernst & Young Terco, añade: “Un permiso de trabajo para un profesional tiene un plazo de validez (hasta dos años) y, cuando expira, el titular no puede seguir en activo. Un nuevo visado puede demorarse varios meses, lo que en algunas ocasiones crea el riesgo de paralizar la producción de la unidad correspondiente”.

La realidad es incluso más complicada. El primer visado de trabajo se gestiona siempre fuera de Brasil, es decir, en el país de origen. Y para firmar un contrato es imprescindible contar antes con el permiso de residencia. El visado de turista –por un máximo de 180 días– no sirve en ningún caso, a no ser que tanto el expatriado o inmigrante como la empresa que quiere ficharlo estén dispuestos a funcionar fuera de la ley. La vía idónea para el profesional español en paro que aspire a abrirse camino en la nación latinoamericana es dirigirse a la matriz de alguna de las numerosas compañías españolas y europeas allí instaladas.

No hay duda de que Brasil ofrece grandes oportunidades laborales y de negocio que previsiblemente se ampliarán en los próximos años. Si el crecimiento económico multiplica ya las necesidades de mano de obra, la cercanía de los grandes actos deportivos las hará cada día más urgentes. El hambre se junta con las ganas de comer y, para bien o para mal, la crisis en Europa y el galopante desempleo en España ofrecen el alimento preciso.

Pero no hay que perder de vista los riesgos y las dificultades inherentes al país, como con creciente insistencia se advierte desde empresas e instituciones españolas. O desde iniciativas independientes como el útil y exitoso sitio de internet Vivir en Brasil, elaborado con documentación fiable a partir de la propia experiencia y de las inquietudes de los lectores. Su responsable, Tony Gálvez, recomienda viajar a Brasil como turista por unas semanas –mejor si son dos o tres meses– antes de tomar la decisión definitiva. “Nunca es prudente dar ese salto a ciegas. Hay que ir antes para empaparse del lugar y tratar de entender los desafíos de una vida en Brasil, que son tantos como las recompensas”, afirma. Diez años sobre el terreno avalan su punto de vista.

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